La customización del idioma: los anglicismos en el español

Recientemente, el Instituto Cervantes ha publicado un Diccionario de anglicismos del español estadounidense (DAEE) en el que se incluyes alrededor de 1.250 palabras que usamos habitualmente pero que proceden del inglés. Lo más curioso es que, aunque son muchos losque rechazan que este tipo de palabras formen parte del idioma español porque los consideran «barbarismos», lo cierto es que el mismísimo Miguel de Cervantes, que da nombre al Instituto Cervantes, estaría encantado, pues era partidario de hacer que la lengua fuera ilimitada y flexible. De hecho, en su obra «El Quijote» incluyó un amplio abanico de términos inventados que, más tarde, serían incorporados al español.

En la actualidad, el contacto que mantienen el inglés y el español es realmente estrecho. Tanto que en nuestra vida cotidiana usamos muchas palabras del inglés sin darnos cuenta de ello, como es el caso de «parking» o «stop». Sin embargo, no pueden ser considerados como «anglicismos», ya que este concpeto alude a vocables que se usan de manera esporádica y no con frecuencia. Lo cual no se ajusta al spanglish que se habla en muchas partes de Hispanoamérica, donde la frecuencia es de todo menos esporádica. Lugares en los que el español vive canibalizando al ingles, reinventándolo y reconfigurándolo al mismo tiempo que quiebra su estructura sintáctica. Por esta razón, establecer los límites entre lo que es un anglicismo y un hispanismo se convierte en una misión casi imposible.

anglicismos

Así pues, este diccionario de anglicismos del español que acaba de publicar el Instituto Cervantes no es un instrumentos de aprendizaje y desarrollo de la lengua, ni un léxico de dudas, ni aspira a recoger las voces incluídas en los diccionarios que puedan compartir con con este algunas cualidades, sino que es un puñado de palabras que se basan en un entendimiento bastante ligero de lo que es realmente un «anglicismo», cuya finalidad es distinguir el español de Estados Unidos del de otras zonas geográficas en las que se habla español.

No obstante, visto en profundidad, lo cierto es que este diccionario parte de la falsa premisa de que los idiomas necesitan una nacionalidad para legitirmarse, cuando la realidad es que no importa  su procedencia ni cómo evoluciona, sino que la gente lo entienda y pueda comunicarse. Y es que toda comunicación es una negociación que no se mide en ganancias o pérdidas, sino en el principio de supervivencia. Un fenómeno que se hace evidente en el español de Estados Unidos, donde el español se ha mezclado con el inglés dando lugar a un lenguaje híbrido que fluye entre ambos idiomas de manera natural. Con lo cual, la línea que separa ambos idiomas resulta artificial y caprichosa.

La cuestión es que este diccionario contiene numerosas imprecisiones que está relacionadas con los esfuerzos académicos que se hicieron en los primeros años del siglo XXI. Y, aunque en la mayor parte de los usuarios, estas confusiones ya son cosa del pasado, no ocurre así en el diccionario de anglicismos, que parece no seguir el ritmo vivo y cambiante de la lengua entre usuarios. Obviamente será un buen punto de partida para los investigadores del futuro, pero su aproximación no es del todo acertada. De hecho, es la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) la intitución que habría resultado más apropiada para publicar este diccionario. La cuestión es que todavía no trabaja al nivel de la calle ni es plenamente consciente de las escasas fronteras que existen y de lo libre que es el lenguaje, y es tan cerrada y anacrónica como el resto de las organizaciones que se ocupan de regular la lengua.

Lo que venimos a decir con todoe sto es que el idioma se encuentra en una constante transformación. Es obvio que el mismísimo Miguel de Cervantes no comprendería muchas de las palabras que usamos hoy de manera habitual en nuestra vida cotidiana, pero esto le resultaría bastanta divertido, porque sabría que la riqueza de vocabulario lo que es señal de una sociedad abierta.

Para muchos pensadores que lo intentaron en el pasado, aislar los anglicismos en un diccionario se ha convertido en una labor de «resistencia» con el objetivo de frenar la embestida colonialista de la primera potencia mundial. La cuestión es que el mundo actual se caracteriza por movimientos migratorios incensantes que hacen que las lenguas se transformen y que se enriqeuzcan, dejando a un lado las fronteras. Por esta razón, marginar palabras como los anglicismos carece completamente de sentido, ya que son palabras que se usan por todas las calles de América. Resulta inútil y casi ridículo intentar encorsetar el lenguaje. Y es que las palabras, al igual que ocurre con las personas, cambian y van de un lugar a otro sin importar las nacionalidades ni los diccionarios.

 

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